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martes, 29 de abril de 2014

"Padre Andres" de Amatitlán Cuenta sus Experiencias con Juan Pablo II

Sacerdote polaco en Amatitlán relata cómo conoció a Juan Pablo II

Polonia podría denominarse como una tierra de santos y misioneros que recorren el mundo. Pocas son las ocasiones en las que los misioneros de ese país cruzan caminos entre sí, y menos probable que alguno de ellos sea santo. Pero en esta ocasión sí ocurrió.
El testimonio es del sacerdote misionero polaco Andrzej Barański, que está en Guatemala desde hace 15 años. En este país es conocido como el padre Andrés. Durante su vida como laico, diácono y sacerdote logró conocer a Juan Pablo II.



Con un notado acento extranjero, ojos azules y tez blanca, el padre Andrés fija la mirada en el pasado para abrazar el recuerdo de la ocasiones en que pudo ver a Juan Pablo II.
"Yo he tocado a un santo" dice el sacerdote polaco al relatar una ocasión en la que en el Vaticano tuvo una audiencia con el Sumo Pontífice. Eran años en los que se veía a un Juan Pablo II con suficiente fuerza física para reforzar sus mensajes.
El padre Andrés hace lento su relato cuando llega a la parte de cuando Juan Pablo II visitó Guatemala para la canonización del Hermano Pedro de San José de Betancourth en julio de 2002, no solo porque quiere explicar con detalle cómo pudo obtener el permiso para compartir unos minutos de cerca con su "paisano", sino porque vio cómo las enfermedades y el paso de los años habían sido implacables con el jerarca de la iglesia católica.
Además de las imágenes que lleva en su memoria, el padre Andrés guarda con celo un pequeño estuche color café con el escudo de armas papal de la época, donde destaca la cruz mariana que evoca el "Totus Tuus", frase con la que Juan Pablo II quiso expresar su fe por la virgen María.
Con sumo cuidado, el sacerdote polaco abre el broche del estuche café y saca un blanco rosario y dice con un gesto de alegría "esta es la reliquia de un santo"; además de explicar que Juan Pablo II le entregó ese rosario, con su mano ya temblorosa, para que siempre rezara por él.
Dos polacos, que en distintas épocas recibieron el llamado de servir en la iglesia católica. Dios o el destino permitió que coincidieran en un mismo lugar, en su tierra natal, cuando uno se iniciaba como diácono y el otro como Papa.
Dios o el destino permitió que, con el transcurso de los años, esos dos polacos se reunieran de nuevo, pero ahora en Guatemala. Casi 12 años después uno será santo y el otro acepta que se siente comprometido a seguir su ejemplo, teniendo entre sus armas un rosario blanco.
Via: Emisoras Unidas.

 

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